viernes, 9 de octubre de 2009

Un tiro de dados

Mi primer encuentro con el azar fue por recomendación de un amigo cercano en mis años de preparatoria, después Mallarmé me encontró de nuevo en una clase de Literatura Mundial, pero esta vez en universidad.


Particularmente durante mi relectura en universidad quedé realmente sujeto al poema, la idea del azar en nuestras vidas no me pareció más que obvia y lógica. Todo había sido diseñado por el Maestro Azaroso bajo un orden caótico y no podía ser entendido más que con una interpretación sistémica de las cosas; sin embargo, si bien no podemos controlar el resultado de los dados si jugar con éstos, darle un sentido particular. Obviamente, esta idea no es originalmente mía, muchos ya se habrán dado cuenta que de lo que estoy hablando es el azar subjetivo del surrealismo.


A partir de esta lectura del poema y mis ideas de que las teorías literarias pueden ser trasladadas al campo sociológico y viceversa, mis discursos se empaparon del azar subjetivo. Estas ideas fueron evolucionando y ahora creo que el complemento del azar subjetivo, es la deconstrucción: separar el discurso en sus fragmentos más básicos para crear nuevas formas de interacción, a mi parecer, creo que sólo de esta forma se podrá ser creador. Lo anterior sólo fue una pequeña introducción lo que los dados de Mallarmé hicieron en mi, para que me comprendan un poco y el lugar desde el que escribo. Ahora, de nueva cuenta me encuentro con el poema, puede ser que tal vez siempre lo haya tenido presente sin haberme dejado. Ya no soy estudiante y busco mover mis textos en cualquier publicación; propósito por el cual me encuentro escribiendo esto, es un pequeño escrito para una publicación literaria. Espero que no sea la única. Cabe señalar que no pretendo hacer un análisis crítico y literario de la obra, de tal manera que no pienso señalar ni número de línea o párrafo, no prentendo hacer nada académico, únicamente busco explicar como entiendo el poema. Pasemos de lleno a mi interpretación del mismo.


Primero debo señalar lo que brinca a la vista, lo cual es el juego de los blancos en el poema, es decir, la nada o ausencia como parte del poema. Aquí vemos que la nada sí tiene un significado, un tanto equiparable a los silencios en música. El blanco del papel es elemento básico del poema, es una interacción única entre la presencia y ausencia. El lector/espectador es testigo de cómo nace con Mallarmé la poesía visual. El poema de Un tiro de dados tiene la cualidad de poder ser leído en diferentes direcciones: de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, arriba hacia abajo, abajo hacia arriba y por tipografías; por lo que se percibe al poema como circular, sin principio ni fin.


Otro elemento visual es la posición de cada línea en el papel, simulando el camino de los dados que van trazando al caer, contribuyendo a la idea de que la posición de cada una de las líneas del poema es completamente azarosa y resulta un accidente el lugar en donde se encuentran. De nuevo, se percibe que no hay principio ni fin determinado ya que cualquier frase es intercambiable, solo basta con que los dados caigan en otra cara. La condición azarosa es exaltada con el símil de un naufragio. No hay situación menos controlable que estar perdido a la deriva de un océano o haber naufragado en una isla remota en algún punto, de nuevo, azaroso de los mares.


Así es el acto mismo de la escritura: zarpamos en aguas conocidas guiándose por las estrellas y constelaciones en el cielo; en este caso, cada autor tiene su fulgor particular que nos guía para regresar del puerto que abandonamos, aunque nuestro destino no sea regresar a casa. Creemos saber exactamente a donde vamos, creemos saber exactamente como se irán escribiendo nuestras historias y sus personajes, pero la verdad es que si bien le damos vida a un mundo y sus habitantes, ellos decidirán por donde llevarnos. Es así como terminamos en aguas desconocidas y ajenas a nosotros, por este simple hecho azaroso de darle vida a un alguien en lugar en particular y no a otro distinto. El acto de escribir está enmarcado completamente por la terrible tormenta que es su historia; no hay nortes, no hay direcciones, poco a poco quien escribe se a hundiendo cada vez más hasta verse sumergido en un universo creado pero él, pero ahora independiente.


Como si no fuera ya suficiente para el lector/espectador todo este sentimiento de deriva, pérdida encontramos que la inmensidad del océano llamada hoja. La blancura de la hoja vacía no es más que el verdadero Abismo, el cual es el lugar más oscuro y lejano de nuestras almas. Aquel lugar donde la nada y el todo existen en un mismo espacio y tiempo. Cada individuo en este mundo se enfrenta con el Abismo. Pero el escritor lo enfrenta da vez que esta frente a la hoja en blanco y lo que sucede en ese espacio es terrible: en el Abismo uno se puede (re)conocer así mismo, el enfrentamiento entre creemos ser y lo que somos es brutal. Sólo hay dos resultados posibles cuando nos enfrentamos a nosotros: o nos perdemos en el Abismo o salimos sin miedos.


El segundo resultado mencionado, es la condición redentora del Abismo, esta debe ser la redención del escritor y la esperanza de emancipación que representa la hoja. Esta es la única salvación del escritor. Es por lo anterior que un tiro de dados jamás abolirá el azar, pero no lo debemos abolir, debemos abrazarlo y seguirlo hasta las últimas consecuencias; el azar es nuestra una forma de ser libres de verdad. Mallarmé no sólo nos ha dejado un poema increíble, nos ha dado una receta para salvarnos mediante la escritura y la hoja; cada vez que se unen estas dos representa un camino nuevo e inexplorado, un camino que por azar nos llevará a lugares nunca antes imaginados pero es ahí donde encontraremos nuestra salvación.

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