miércoles, 24 de marzo de 2010

Emergencia o ¿Cuánto vale una vida?

Los balazos digitalizados no dejaron escuchar los verdaderos. Tal vez no los quiso escuchar. Una vez que le dijeron: “Están asaltando a tu madre”, no pudo sentir otra cosa que no fuera miedo. Bajó corriendo a trompicones. La impresión de ver a tu madre tirada en el suelo, en medio de un enorme charco de sangre, es algo que nunca se olvida; aún hoy, cada que lo recuerda, un sudor frío le baña el cuerpo.

Cerró los ojos y cuando los abrió, había regresado a la calle en el corazón de uno de los tantos barrios bravos de la Ciudad de México. Acababa de estacionar el coche. Algo similar a una Caribe o a una Brasilia, se encontraba a un lado de su auto; el coche había sido modificado: faros de xenón, sonido que volvía polución a la música, rin ancho y el rugir de un auto deportivo que le quedaba grande al zapatito que se hacía pasar por coche. Los tres pasajeros del coche surrealista se habían bajado.

Se había ido por unos minutos, aunque le parecieron eternos. Regresó a ese jueves negro, en plenas vacaciones de verano, en las que habiendo acabado la preparatoria, estaba a la espera de iniciar la universidad. Recordó cuando subió a la ambulancia, él fue el escogido para acompañar a su madre, le tomaba la mano mientras escuchaba catatónico a su madre decir “Hijo, me voy a morir”. Todavía escucha la sirena a lo lejos con un eco funesto como si alguien le dijera: “No te olvides que aquí estoy, todavía no te has salvado”

Sus ojos reflejaban la luz roja de la sirena de la ambulancia, cuando se dio cuenta que tenía de nuevo el cañón de la pistola a la altura de la frente. Le quedaba un poco alto, él se encontraba en el asiento del conductor, mientras que el cabrón le apuntaba desde afuera. Se encontraba en una calle desconocida, siendo amenazada por un güey que nunca había visto en su vida.

-Órale no seas puto, bájate, te voy a dar en la madre.

-¿Qué me ves puto? Pinche fresita culero, aquí quedas.

-No te estoy viendo, no traigo pedo de nada…

Finalmente pasó, el sonido sordo, no hizo eco. Sintió tres punzadas casi insoportables en el cuerpo, como si algún animal venenoso lo hubiera mordido y no lo quisiera soltar. El olor a carne quemada le subía hasta las narices. Acostado entre los dos asientos delanteros del coche se dio cuenta que tenía muchos cortes en la cara: al explotar el cristal de la ventana, miles de pedazos de vidrio lo cortaron. La sangre era tibia.

Tan bien que había empezado el fin de semana. Sólo quería seguir la fiesta. Cerró los ojos y de nuevo escuchaba la sirena. Estaba llegando a Urgencias de Lomas Verdes y la señorita detrás del mostrador le decía que llenara la forma y esperara. Se llenó de ira y le mentó la madre a todos alrededor. -¿Qué no ven que a mi mamá le acaban de disparar?- Después lo entendió, sí, le acababan de disparar pero no peligraba su vida, a lo más perdería el brazo, pero no la vida; había gente adelante en la fila que posiblemente si la perdería, eso sí es una emergencia.

¿Cómo algo tan pequeño podía arrancar vidas enteras? ¿Cómo era posible que el metal frío e inerte, pudiera llevarse vidas? Le pareció un tanto poético. Lamentó no tener algo con que escribir. Pensó en escribir con su sangre, al fin y al cabo, lo que se escribe con sangre jamás se puede borrar. La sangre da vida y termina por llamar. Y su sangre salía del coche y se iba por la coladera, para unirse con la suciedad de esta ciudad, tal vez con la podredumbre ahí serían lavados todos sus errores. Sangre, lodo, agua, podredumbre, sudor, lágrimas, alcohol: eso era la ciudad y en eso se había convertido él. Justo como lo que le sucedía ahora, esperaba que eso si fuera una emergencia.

Los tres balazos que había recibido contaban como emergencia. Tal vez a él si lo habrían entendido de inmediato. Al menos eso esperaba. Aunque no lo entendía, ¿Por qué dispararle a alguien por el gusto? Lo único que había hecho mal era haber estado en el lugar y momento equivocados. Con su madre si lo podía entender más, era por dinero; la vida de una persona vale 40 mil pesos, ¿sube el valor si es madre? ¿La vida de un abuelo es más cara? ¿Cuánto vale la de un niño? ¿Va subiendo dependiendo cuanto amor recibas? ¿Cuánto valía su vida? Al parecer su vida solo valía algunas risas y diversión para algunas lacras.

Se cansó. Pensó que ya todo esto salía sobrando. No había razón de pensar en todo esto. Poco a poco fue liberando sus pensamientos al vacío. Poco a poco dejo caer cada una de sus lágrimas restantes. El aliento de vida se fue de su cuerpo. Todo se juntó en una nube, todo a lo que alguien, alguna vez pudo llamarle Juan, había desaparecido; ahora se evaporaba y subía hasta la oscuridad del universo para juntarse con el todo.

“Al menos no vi morir a mi madre” Pensó, mientras subía e iba dejando abajo su cuerpo, la pistola, la calle y al mundo.

jueves, 11 de marzo de 2010

Quiero, necesito, pero no puedo….

Quiero sudar un nombre.
Quiero soñar un cuerpo.
Quiero ver unos ojos en la oscuridad.
Quiero probar tu cuerpo en la necedad.

Necesito saber que estas ahí.
Extiendo tu mano al abismo.
Sin tu mano me pierdo.
Tengo miedo.

No me sueltes.
No me beses.
No me ames.
No me mates.

No hagas nada.

Estoy desnudo en el abismo,
en el corazón de la oscuridad.
Estoy perdido.
Siempre fiel.
Siempre muerto.

¿A dónde voy?
A mi cuna.
A mi tumba

lunes, 8 de marzo de 2010

Una nueva fe.

Hace mucho tiempo pensé en entrar al seminario, es decir, pensé en ser sacerdote. Para la gente que me conoce, le sonará bastante raro que yo haya considerado alguna vez en mi vida, volverme sacerdote. Aunque, si se toma en cuenta mi crianza y formación católica, siempre fui a colegios católicos; no suena tan extraño que explorara la opción del sacerdocio. Debido a ciertas dudas respecto a algunos dogmas de fe, reforzadas por mis lecturas en el momento sobre física cuántica y filosofía; jamás logré conciliar las dudas con las creencias, por lo que las ganas de volverme sacerdote se evaporaron.

Muchas dudas siguen libres en mi cabeza y junto con el bagaje que tengo; han transmutado mis ideas sobre un dios único y verdadero, por las de un estado de paz espiritual del cual todo es participe, más cercanas a las enseñanzas budistas que a la personificación de un dios todopoderoso. Aún así, pienso que mientras unos entienden a ese algo como un dios personificado, otros entendemos a lo divino como parte de nosotros y un estado de iluminación; habrá quienes lo comprendan como simple energía. De cualquier forma, creo que todos hablamos de los mismo interpretado de manera distinta.

El tiempo ya pasó y lo único que me queda sobre la inquietud de volverme sacerdote son las ganas de hacer estudios en teología y el enojo con respecto a padres pederastas. Este post hablará sobre estos segundos. Cabe mencionar que jamás fui víctima de ningún tipo de abuso, ni he conocido a nadie que lo fuera. Sin embargo, debido a las creencias que alguna vez tuve, me parece completamente despreciable lo que estas porquerías humanas hacen con niños que tienen su completa confianza. Pero considerando que está de moda hablar de abusos infantiles por parte de sacerdotes, debido a lo casos Maciel y de la arquidiócesis de Dublín; mi post se dirigirá a tratar de dilucidar, él porque esta práctica tan terrible se da tanto en el corazón de la Iglesia Católica.

Si lo pensamos bien resulta bastante lógico que en el corazón de la Iglesia Católica surjan sujetos que deprenden en la confianza de un niño, que a mi parecer es de las cosas más sagradas que puede haber en este mundo. Volviendo al punto, debo mencionar que estadísticamente, la mayoría de los sacerdotes que abusan de menores han sido ordenados en la adolescencia, de 13 a 16 años; hecho que resulta bastante significativo, ya que es cuando la identidad psicosexual se está conformando. El niño convirtiéndose en adolescente, conforma y reafirma su identidad con respecto a otro; en la mayoría de los casos un niño conforma su personalidad psicosexual con respecto a una niña y viceversa. Poco a poco se asumen roles sociales, los cuales junto con características biológicas determinadas van construyendo un genero, dando como resultado algo llamado hombre y mujer, condiciones que trascienden el sexo biológico.

Ahora bien, el individuo que entra en el seminario durante la adolescencia, durante la construcción de su yo, no tiene un referente a la mano con el cual delimitarse ni construirse. El niño entra a la preparación para el sacerdocio, solamente convive con seres similares a él. Jamás logra dilucidar lo que es la diferenciación de géneros ya que nunca la ha vivido. Más aún, si durante la construcción identitaria que surge en estos años, se suma que la figura femenina se le relaciona con la tentación, el pecado primigenio de la carne y en general con cualquier impulso sexual, el cual es claramente negativo; encontramos que los adolescentes no llevan a cabalidad una formación psicosexual sana.

No hablo de preferencias sexuales, ya que el individuo tuvo que experimentar esta relación con el otro para conocer o construir (dependiendo si ustedes creen que se nace o se desarrolla una preferencia sexual) su preferencia sexual. Es decir, tuvo que relacionarse con hombres y mujeres en algún nivel para saber cuál es su preferencia. Por el contrario, al sacerdote que se convierte en abusador de menores, jamás se le brinda dicha oportunidad de convivencia con respecto a otro género. El referente que todos tenemos al crecer es nulificado e inclusive satanizado.

Y dado que toda experiencia carnal, dígase sexo, es mala; las prácticas pederastas sólo son otra forma de pecado. Es decir, no hay diferencia cualitativa si se tiene sexo con una mujer que con un niño. En este sentido, se trivializa el abuso, se padece una ceguera moral con respecto al daño realizado; al fin y al cabo es otro pecado: es lo mismo el abuso a un niño que una mentira. Vemos, como lo único que se condena es la ruptura del mandamiento y las cantidades que se rompen, pero no hay diferencia en entre maneras de romperlo. Ambos pecados, mentir y abusar de niños, son lavables con una confesión.

Es así como llego a mi tesis central: los sacerdotes pederastas no son el problema, son el síntoma de una institución bajo preceptos caducos. Si el sacerdocio se completara con la experiencia de tener una familia y ser padre; seguramente el abuso a menores bajaría. Si a los sacerdotes se les brinda la oportunidad de relacionarse con el otro género, tendrían un desarrollo psicosexual sano. Hasta el siglo IV hubo papas casados y en ningún momento, en la Biblia se prohíbe expresamente el celibato a los sacerdotes. Si el argumento fuese que deben ser célibes para emular a Cristo la lógica falla. Jesús amaba a sus discípulos como un padre a sus hijos, en teoría como Dios ama a los hombres y como un sacerdote debe amar a sus feligreses. ¿Cómo pretende conocer el amor de un padre a un hijo, si nunca lo ha experimentado?
Podemos ir más allá todavía. La experiencia de construcción psicosexual de los sacerdotes puede ser completa, si en lugar de condenar a la mujer se incluye. Si la Iglesia deja de concebir a la mujer como fuente de mal y pecado, el desarrollo psicosexual de los sacerdotes sería más sano. Por otra parte, en la Biblia jamás es prohibida dicha práctica o ¿Acaso las mujeres no pueden emular a Cristo por su condición biológica? En dicho argumento hay una lógica patriarcal brutal, mostrando los preceptos antiguos de una institución que no ha tenido reformas desde su inicio y que ha preferido expulsar, así como perseguir a sus disidentes, en lugar de adoptar una actitud de amor y de inclusión que tanto pregonan. ¿Dónde está el tan mencionado: “si tu enemigo tiene hambre de comer pan, si tiene sed, dale de beber agua?

Y es así como podemos ver que los abusos a niños por parte de sacerdotes no es el problema, sino el síntoma de una institución caduca, cuyos preceptos llevan dos mil años de antigüedad y que ha buscado ignorar a la sociedad contemporánea. La Iglesia ha provocado estos problemas que se le vienen encima, la institución misma ha podido cambiar, pero ha decidido no hacerlo; todo en pro de mantener el poder que ha detentado dese hace dos mil años. El resultado, una Iglesia falsa que ha perdido credibilidad y que produce a sacerdotes pederastas que en otras condiciones serían individuos funcionales. La Iglesia ha llevado a las enseñanzas de Cristo por el camino equivocado, siendo Jesús el primer revolucionario de la historia, la Iglesia ha llevado a sus fieles por un camino de opresión, jerarquías e hipocresías. Quienes se atreven a cuestionar los preceptos de la Iglesia son castigados y calumniados.

Al parecer es muy tarde para quienes abandonamos la fe católica, en gran medida por las hipocresías de una iglesia construida en mentiras. Pero si tú te dices católico, mi querido lector, termina de matar a esa iglesia de palacios y monarcas, tan alejada del que tiene sed y del que tiene hambre. No creas en una Iglesia que sólo pervierte la palabra de Cristo y denuncia sus abusos, los cuales son escondidos; pero sí se pronuncian con respecto a la moralidad de todo y de todos. Además, que sin importar que su cara sea la de Marcial Maciel y sacerdotes pederastas en todo el mundo,la Iglesia puede castigar y condenar. Quien esté libre de pecado que arroje la primera piedra.

Construye una nueva relación con tu Dios. Una relación sin intermediarios, sin abuso y sin mentiras. Habla con tu Dios, no dejes que alguien más lo haga por ti; Cristo hablaba de manera directa con sus discípulos, su ministerio estaba en las calles y sobretodo, recuerda que el único momento en el que Cristo explotó de ira fue en un templo. Haz todo esto mí querido lector, si es que te llamas católico, rescata el mensaje de amor de tu Dios y espárcelo. Busca como creer en tu Dios; pero no creas en sacerdotes que abusan de la confianza de familias, que piensan que él es representante de Dios en la tierra. Mi querido lector, si tienes esperanza en tu fe, haz todo lo anterior; ya que yo, en algún momento tomé esa tarea como propia, pero ya no creo en tu Dios.

domingo, 7 de marzo de 2010

Vuela al País de Nunca Jamás

Wendy, vuela por el cielo.
Sólo que no me pidas que vuele contigo,
mis alas se cayeron hace tiempo.

Cuido tu vuelo desde el suelo.

Vuela cual gaviota en el mar,
sin importar que allá sea a donde salen a morir.

Vuela y abre tus alas,
aprovechando la brisa veraniega que se lleva tristezas
y recuerdos a un país sin nombre.

Vuela a donde sea que vayas.
Vuela sin importar la distancia
y el territorio recorrido.

Lava mis lágrimas y recuerdos.
Lava la nostalgia.

Mi dicha está contigo siempre que extiendas tus alas.

Lamento no poder acompañarte de la mano en tu vuelo,
me acerqué mucho al sol y mis alas cayeron.

Caí, me ahogué en el mar y
llegué a la orilla medio muerto.
La sombra de tu cuerpo proyectada en la arena en tu vuelo,
fue lo que me trajo de nuevo.

Vuela siempre y de noche,
escribe y grita cosas cuando nadie te vea.
Siempre recuerda que en la noche te atreves y sueñas más.
El cielo nocturno será tu refugio;
ahí nadie te alcanzará, ni siquiera yo.

Allá arriba, donde viven las cosas sagradas,
es en donde estarás más segura.
Sólo mis pensamientos y mi esperanza te podrán tocar.

Mi espalda duele, le hacen falta sus alas.

Alguna vez tuve la gloria de ver el mundo desde el cielo.
Pero esos días han pasado.
Ahora sólo queda el recuerdo de mi sombra en los campos
y de estar cerca de las estrellas.
Sólo trayendo esos recuerdos a mi mente es como puedo ser feliz.

Desde la tierra seré tu guía y mi aliento tu impulso.
Aunque llegará el momento en donde yo no podré estar.

Gracias Wendy
Con tu vuelo recuerdo lo que es el viento en el rostro.
Nunca dejes de volar ni de soñar.
En tus vuelos y en tus sueños, mi esperanza recobra sentido.
Gracias Wendy, con tu vuelo regreso a la vida.