jueves, 29 de julio de 2010

En busca de días mejores.

Hace unos días, como todos en el país, me enteré de los grupos de sicarios que salín de la cárcel 2 en Gómez Palacios, Durango. Los sicarios partían en dirección a Torreón Coahuila, cuidad vecina en la que cometían asesinatos prácticamente de manera aleatoria. Los criminales, como todos sabrán, contaban con el apoyo de los elementos de seguridad de la prisión; no solamente proporcionaban armas, sino que también brindaban protección, dentro y fuera de la cárcel.

Lo más grave de este suceso que ha escandalizado al país, no es el hecho como tal, sino lo que subyace. Recordemos cómo se dieron a conocer estos hechos. Alarmantemente, no fueron las fuerzas de la autoridad pública quienes denunciaron estos hechos, fueron el cartel de Los Zetas, otra organización criminal que no buscaba un bien común, sino pretende únicamente desbancar a la competencia. Por el contrario, la autoridad se vio inmiscuida en estos penosos actos.

El narco llegó a atrapar al mismo narco. Esto me lleva a una idea que no es nada novedosa pero sí trágica: el Estado ha sido superado en cada aspecto. Ni si quiera puede lograr ejecutar sus más básica prerrogativa: monopolizar el uso de la fuerza legítima para garantizar la seguridad de sus habitantes y ser garante efectivo de un marco legal. Ante la incapacidad del Estado de ejecutar las más básicas de sus tareas, ha provocado que otras entidades tomen el vacío que ha dejado. Este fenómeno no es nuevo, se ha visto en otras ocasiones que el narco ha construido hospitales o escuelas, pero nada al grado que en esta ocasión hemos visto.

Para mal de nuestro país, el único ente con la suficiente infraestructura y capacidad de gobernar, es el narcotráfico; y es que el narco no pretende gobernar, pero aprovecha la incapacidad estatal de abarcar otras esferas en las cuales jamás pensó desenvolverse. El Estado ya no gobierna, ahora es el narco; el gobierno funge ahora como cara frontal operante de los intereses del narcotráfico. Todas las demás esferas de poder se aglomeran en torno al narcotráfico ayudándolo a afianzarse.

Lo anterior nos lleva a la segunda idea en la que hay que reflexionar y es en la condición de agente socializador de la violencia y el crimen. Básicamente, sí se pretende crecer en este ambiente se tiene que desarrollar bajo la estructura del narcotráfico, volviendo al narcotráfico un aglutinante de la vida social en el norte del país. Esto no es más que la exacerbación de la corrupción y de la violencia; la violencia se ha conformado como elemento social de la vida cotidiana. Es decir, somos testigos de la normalización del crimen; este último ya dejó de ser de una anomalía a una característica imperante de la vida social en nuestro país.

Debemos considerar que una generación completa ha vivido siempre bajo la sombra de la violencia, no se concibe otro ambiente bajo el cual se pueda vivir. A tal grado llega la normalización de este terrible fenómeno, que la generación mencionada, han constituido al crimen y a la violencia, como elementos conformadores de su identidad. Ahora, los niños sueñan con ser narcos y no policías.

La función que otros agentes socializadores como la afiliación política, la religión o inclusive el arraigo a lugar de nacimiento; ha sido tomada por el crimen organizado.

La estructura del narco tráfico cumple con todos los requisitos de un agente socializador: reproduce una ideología, cuenta con valores específicos, existen mitos, códigos para la comunicación y brinda un sentimiento de pertenencia en lugares desolados donde la única alternativa que tienen los individuo es ser víctimas o victimarios.

Los mayores son quienes recuerdan con añoranza mejores días, en los cuales se podía vivir tranquilamente sin tener miedo a balas perdidas o sonidos de guerra en su vecindario. Y es que los más grandes son quienes deciden aguantar la guerra fallida nacional. Han pasado todas sus vidas en Tamaulipas, Nuevo León, Chihuahua y otros estados norteños. El paisaje del norte del país ha sido testigo de todas sus lágrimas y risas; y es que después de tantos años, no tiene caso alguno abandonar su tierra querida y escapar a lugares ajenos.

Y es que el éxodo desesperado que se ha dado en los últimos meses, en los que mexicanos abandonan sus vidas enteras por tierras prometidas al norte de la frontera; tiene sentido si se tiene algo porque luchar, algo vivo que mantener. Son las familias quienes pretenden proteger a sus miembros los que abandonan sus lugares de origen; mismos que se vuelven pueblos fantasmas que lo único que albergan son los ecos de las de las balas y el llanto de las madres.

Los mayores no tratan de huir, ya que alguien escapa porque tiene la esperanza en días mejores; los mayores ya la han perdido, saben que sus días mejores ya han pasado y con la nostalgia de algún lejano recuerdo enclavado en lo que son ahora pueblos fantasmas; con esa misma nostalgia, deciden aferrarse a los lugares que conocen. Donde pueden regresar a esos días mejores que tanto nos hacen falta.

viernes, 16 de julio de 2010

Al Norte de la Ciudad

Por mi casa deambulan una serie de personajes bastante surrealistas. La Muñeca, el Maromas y el Auxilio Vial son algunos de ellos...

La Muñeca es una mujer de edad avanzada que recorre las calles en un vestido de boda, que al paso del tiempo se ha vuelto marrón. Sólo la he visto pasar o sentada en una banca, comiendo cualquier cosa que le regalan los dueños de los locales de comida que hay alrededor. Dicen que va preguntando por su hija. Nunca me ha hablado, pero si la he visto con una muñeca en los brazos.

El Maromas es un vagabundo que parece tener la edad del vecindario. Buscando siempre algo que comer en la podredumbre. Arrastrándose. Si se le grita "maroma, maroma" el vagabundo se aventará al suelo y hará una pirueta. Siempre arrastrando sus zarapes y basura.

El hombre del Auxilio Vial, se viste de manera estrafalaria, parece una fotografía ambulante de los años 70's. Se rumora que es zoofílico. Conduce un vocho muy viejo. Siempre en la ventana del auto lleva un letrero que dice "Auxilio Vial" Si te ve con algún desperfecto automotriz, te obligará a ser ayudado, aunque no tenga ni idea de mecánica o si quiera, un poco de sentido común

Finalmente.les comentare sobre una señora que vive en su automóvil. La leyenda por estos lados, dice que por miedo a los terremotos. Según se dice, su casa se derrumbo en el 85. Ella quedó marcada de por vida. Siempre estacionada a una calle de la mía. El auto al tope. Ahora que lo pienso, ya no la he visto. Se habrá mudado, supongo y espero...

Luego seguiré hablando de los personajes, las historias y leyendas que han quedado cicatrizadas en el asfalto y tabique. Para muchos de ustedes serán cosas de rarezas y mitos, en lugares de fantasía; pero no....todo eso pasa al Norte de la Ciudad.

lunes, 12 de julio de 2010

Seremos aire

Todos hemos querido ser aire
Muchos lo hemos soñado
Pocos habremos de intentarlo

Quiero ser aire....

domingo, 11 de julio de 2010

Así se me van los días

Yo soy ratontero, carroñero y rinconero. Me escondo donde pueda y donde quepa. Prefiero evitar la luz del sol, con la cruda, molesta a los ojos. Tomo alcohol barato y me acuesto con mujeres caras. Prefiero al malviviente que al respetable ejecutivo. Mis cigarros huelen a rancio, duermo en una paca de nada y sueño en tener siempre algo con que escribir.

Soy tramposo y marrullero. Soy güevon, vicioso y vago. Jamás quise llegar a ser alto funcionario y trabajo de lo que salga. Me revuelco cuando debería presumir, pero estar en las alturas me marea; prefiero aquí abajo, pegadito del suelo y amarro a las piedras; aquí platico con mis amigos rastreros y poco levantados.

Voy para profesor porque es el último lugar para un vago sin oficio ni beneficio. Me duermo en la mañana y despierto al anochecer, y sí por mí fuera, sólo levantaría el vaso para beber.

Soy clasemediero abnegado, ni del barrio ni de la mansión; por eso me siento cómodo en los medios, en el justo medio, como por ahí dijeran. Soy lo que soy y chingo a mi madre si no…

Lo mismo voy pie, en nave que en metro. Queriendo ser hipster pero vivir sin pedos de baro. Puritita hipocrecia clasemediera. Pero eso sí, el bluf y la pretensión me dan güeva. A los intelectuales de banqueta condechis mé los trago con una chela, mientras que a las linditas, como bautizó alguna vez una bruja; prefiero cenármelas. No soy de gustos esplendidos ni selectos. Piso parejo.

Eso sí, me cuido que no me vean en lugares de alcurnia ni muy finos, luego la gente anda diciendo que uno es decente, productivo y joven ejecutivito. Tanto me ha costado mi reputación de malviviente. Además, soy muy gañan para los lugares finos.
Me da güeva todo menos lo que me gusta y si por mi fuera no trabajaría, y cómo mis palabras no venden, de algún lugar hay que sacar para el alcohol barato, los cigarros rancios y las mujeres que te venden te quieros.

Y cual humo de cigarros en una cantina obscura, de aire viciado, estando en el centro de la ciudad….así se me van los días.