lunes, 15 de febrero de 2010

El Consumo del siglo XXI

La estructura del consumo siempre ha estado íntimamente ligada con los flujos del capital; por lo que para comprender los movimientos del consumo, se debe estudiar cabalmente la dinámica del capital actual. En este breve comentario, se busca plantear un panorama general sobre la situación del marcado actual y así comprender los flujos de capital, mercancía y de consumo.

De inicio, se debe comprender que la dinámica del flujo de capital en el siglo XXI, ha sido en marcado por la desterritorialización de las mercancías como del capital mismo. Si antes se comprendían a ambos mercados –el de mercancías y el de capital- como íntimamente relacionados y sujetos a una delimitación geográfica, el territorio de un estado nación; ahora trascienden fronteras. Materias primas son extraídas de ciertas regiones para llevarse a centros industriales, en los cuales son trabajados por mano de obra migrante. Lo anterior provoca que el consumo pueda apreciarse de manera uniforme al interior de una región en particular, es decir, las categorías aplicadas para el estudio del mercado en años anteriores resultan caducas. La territorialidad no es un obstáculo más para los flujos comerciales, por lo que ya no es tan recomendable estudiar los modelos de producción y consumo bajo modelos regionalizados. Considerando lo anterior, se llega a la conclusión que las categorías usadas para estudiar el mercado, deben estar basadas en la diferenciación de los tres aspectos de la producción que someramente se han mencionado líneas arriba.

Si no ya no resultan pertinentes los modelos de estudio diferenciados por modelos de producción relacionados con modelos nacionales, lo que se tendrá que tomar como referencia será la tendencia de estandarizar el consumo basado en el modelo de producción en serie occidental. La misma diferenciación de los tres momentos de producción mencionados arriba es, en sí mismos una línea de producción occidental; por lo que todo el consumo mundial se debe comprender a partir de una occidentalización del mercado. Ahora bien, si el mercado es una línea de producción separada por estaciones especializadas, el consumo lo será también. Actualmente, el consumidor solo espera usar el producto final, abrirlo y desecharlo. El espacio para que el consumidor se involucre en armar o arreglar un producto o servicio se está extinguiendo; esto abre espacios para el mercado de servicios técnicos super-especializados cuya única tarea es la de guiar al consumidor para explotar completamente el objeto adquirido, así como el arreglo de algún desperfecto, ambas tareas eran realizadas por el consumidor final anteriormente.

Se llega a la última condición del mercado, la cual hace referencia a la rapidez del consumo. Entre más bienes y servicios especializados se tengan, crece la base laboral de la sociedad; por lo que, para mantener dicha base, el mercado tiene que estar en un constante proceso de regeneración. El mercado y sus elementos –en este caso, la mano de obra- deben encontrarse dinámicos y siempre en movimiento, de lo contrario corre el riesgo de estancamiento y caer en sobreproducción. Lo anterior provoca un efecto de productos desechables. La sociedad actual es testigo de una cultura de úsese y tírese, ya no tiene sentido crear productos duraderos. El mercado demanda lo descartable.

La manera en que se puede pagar dicha afluencia descartable de bienes de consumo es sobreexplotando el dinero virtual, las instituciones crediticias y los mercados bursátiles. Los cuales, al ser meramente virtuales –no hay capital real detrás de estos- inflan el mercado del capital, pero es la ´nica forma de solventar la adquisición de bienes en un mercado tan dinámico. Si bien el déficit entre capital real y virtual ya ha explotado provocando la crisis actual, puede ser rescatado mediante el ahorro y microcréditos. Usando estas dos herramientas se puede continuar el consumo dinámico que los mercados actuales necesitan, sin dañar al consumidor.

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